Como hemos visto
en el epígrafe anterior, la administración científica se interesaba por la
optimización del esfuerzo en el ámbito operativo o de taller, por lo tanto era
un minienfoque mecanicista. En contraste, la visión funcional del trabajo del
directivo surgió con los trabajos de Henri Fayol, que durante la segunda mitad
del siglo XX, hacía énfasis principalmente en el establecimiento de principios
administrativos generales. Subrayaba el desarrollo de macro conceptos. March y
Simon (1958) se referían a este cuerpo de conocimientos como «teoría del proceso
administrativo». Henry Fayol (1841-1925) nació en Constantinopla y murió en
París, viviendo las consecuencias de la revolución industrial. Se gradúo en
minas a los diecinueve años e ingresó en una empresa metalúrgica donde
desarrolló toda su carrera. A los veinticinco años fue nombrado gerente de las
minas y a los cuarenta y siete asumió la gerencia general de la Compagnie
Commantry Fourchambault et Decazeville que entonces pasaba por una mala
situación. En 1918 entregó la empresa a su sucesor en una situación de notable
estabilidad. Fayol fue uno de los primeros en exponer la teoría general de la
administración. Se le conoce como el padre de la teoría administrativa. Sus
observaciones se publicaron por primera vez en 1916 bajo el título de Administration
Industrielle et Générale y fueron ignoradas en los Estados Unidos hasta que se
tradujo al inglés trece años más tarde. Fayol, director de empresa
experimentado y práctico, estableció catorce principios de administración,
considerándolos como verdades universales que podían enseñarse en escuelas y
universidades. Se partió de la premisa de que el conocimiento acerca de las
prácticas administrativas puede ser establecido como un cuerpo coherente y
uniforme y que pueden transmitirse las generalizaciones de las prácticas
correctas y, por lo tanto, efectivas. Los catorce principios postulados por
Fayol son los siguientes:
1. División del
trabajo: consiste en la especialización de las tareas y de las personas, para
así aumentar la eficiencia.
2. Autoridad y
responsabilidad: autoridad es el derecho de dar órdenes y el poder de esperar
obediencia; la responsabilidad es una consecuencia natural de la autoridad.
Ambas deben estar equilibradas entre sí.
3. Disciplina: depende de la obediencia,
aplicación, energía, comportamiento y respeto de los acuerdos establecidos.
4. Unidad de
mando: cada empleado debe recibir órdenes de sólo un superior. Es el principio
de la autoridad única.
5. Unidad de
dirección: una cabeza y un plan para cada grupo de actividades que tengan un
mismo objetivo.
6. Subordinación de los intereses individuales
a los intereses generales: los intereses generales deben sobreponerse a los
intereses particulares.
7. Remuneración
del personal: debe haber una justa y garantizada satisfacción para los
empleados y para la organización en términos de retribución.
8.
Centralización: se refiere a la concentración de la autoridad en la alta
jerarquía de la organización.
9. Jerarquía o
cadena escalar: es la línea de autoridad que va del escalón más alto al más
bajo. Es el principio de mando.
Los postulados
de la escuela del proceso administrativo han sido objeto de numerosas y fuertes
críticas (Mintzberg, 1995), aunque casi nadie duda de la aportación fundamental
de Fayol en el desarrollo del pensamiento administrativo. Pero, ¿qué más ha
habido? Después de Fayol se ha discutido mucho sobre cómo llamar a las
funciones. Por si fuera poco, cuando se han puesto a prueba los sagrados
principios, tanto en la investigación como en la práctica, éstos no siempre han
resultado válidos y universales. El enfoque de proceso tiene mucho de estático
y no integra adecuadamente conceptos y técnicas cuantitativas, conductuales y
de sistemas. Para Scott (1987) estas críticas se pueden resumir en los tres
puntos siguientes:
. Los principios
son meros tópicos o pronunciamientos de sentido común.
2. Los
principios se basan en premisas cuestionables.
3. Los
principios se presentan como declaraciones contradictorias.
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